Hace poco más de un año, un prestigioso diario publicó un artículo de mi autoría: La Nicaragua Oscurantista. Este artículo es una
continuación, para argumentar que mi análisis no está lejos de la realidad,
nuestra realidad.
En las reformas a nuestra carta
magna hay unos cambios que no solo son esencialmente contradictorios, sino
perturbadoramente peligrosos. Por ejemplo dentro del texto de dichas reformas
se encuentran las siguientes líneas:
“Promover el desarrollo humano…
bajo la inspiración de valores cristianos”
“Los valores cristianos aseguran
el amor al prójimo…”
Es decir básicamente se está
declarando al cristianismo como religión oficial del estado de Nicaragua, lo
cual contradice directamente a la misma constitución en su artículo 14 que dice: “El estado no tiene religión
oficial”.
También estas frases contradicen
el artículo 27 que dice: “Todas las
personas son iguales ante la ley y tienen derecho a igual protección. No habrá
discriminación por motivos de nacimiento, ... religión, opinión, origen, posición económica o condición
social.” Peligrosamente, si hay una religión oficial, se está facilitando la
discriminación contra los que no pertenezcamos a ella.
No solo eso sino que la
presunción que “Los valores cristianos
aseguran el amor al prójimo…”, es en sí una falacia, ya que solo basta revisar
la historia para ver las atrocidades que se han cometido y se siguen cometiendo
en nombre del cristianismo.
Además está científicamente
comprobado que un fenómeno psicológico llamado empatía es lo que garantiza que
las relaciones inter-humanas sean armoniosas, solo sociópatas y demás
individuos perturbados carecen de empatía.
Según la Asamblea General de las
Organización de Naciones Unidas, todas las naciones suscritas deben “aplicar
políticas y programas nacionales, tengan en cuenta los intereses de las
minorías.” ¿Cómo puede un país oficialmente cristiano (oscurantistamente
cristiano), tener en cuenta a las minorías que no profesamos dicha religión?
Obviamente el objetivo de agregar tantas veces la palabra
cristianismo en nuestra constitución, tienen una función de bozal para las
élites del clero, y tristemente para las minorías, nuestros números no son lo
suficientemente grandes como para que tengamos un gobierno laicista que vele
por el bienestar de TODOS sus ciudadanos, profesen o no una religión.
Según las
célebres palabras de Nelson Mandela: “Una nación no debería de juzgarse por
cómo trata a sus élites, sino por cómo trata a sus minorías”